JOVENES Y SENIORS EN LA BRECHA

JOVENES Y SENIORS EN LA BRECHA

Silverio Barriga

 Hoy se ha impuesto la regeneración de los líderes políticos. Grecia acaba de tener al más joven primer ministro de su historia, el Sr. Tsipras. En España, la mayoría de los Partidos Políticos han optado por líderes jóvenes. Parece como si la juventud fuera garantía de empuje y reforma, acorde con las demandas de los tiempos que vivimos. Esa es, sin duda, la idea que muchos se hacen. Aún más, es lo que, al parecer, están esperando muchos ciudadanos. Las urnas lo irán confirmando.

 Vivimos en el torbellino del cambio permanente y no tenemos tiempo para pensar mucho antes de pasar a la acción. Pero, si como dice la sabiduría popular, “despacio que tengo prisa”, ¿no estaremos sufriendo el envite de una moda sociopolítica que, llevada por los aires del tiempo, pretende tomar decisiones a caballo de los últimos acontecimientos y que puede crear una falsa dicotomía entre juventud y senectud?

La juventud está reñida con la corrupción, con la experiencia más o menos turbulenta de los mayores, con la prudencia que introduce parsimonia en la toma de decisiones. Sin que debamos olvidar que la experiencia siempre será la madre de la ciencia – aunque una ciencia despierta, no anquilosada en los hallazgos pasados; una ciencia que esté al día de los últimos avances. Y dado que el conocimiento es acumulativo, necesita de los séniors y de los jóvenes para seguir avanzando. Por ello creo que esta misma intergeneracionalidad debe caracterizar la vida sociopolítica, en la medida en que todos somos necesarios y nadie sobra. Necesitamos el brío del joven, la experiencia del sénior, la audacia de unos, la sensatez de otros, la frescura novedosa en el planteamiento de problemas nuevos, la sabiduría de las respuestas dadas en otros tiempos a problemas similares etc.

Jóvenes y séniors nos complementamos. Todos podemos aportar. Nadie queda fuera de su responsabilidad de participación social en la resolución de los problemas colectivos. Nadie debe apearse del camino de la vida.

Recuerdo, con cierta nostalgia, aquellos años de mi infancia rural en donde convivíamos nietos, padres y abuelos. Los tiempos hacen hoy prácticamente imposible que esa situación se repita. La tiranía de la movilización y deslocalización, por exigencia laboral o afectiva, nos impone unas pautas de comportamiento alejadas de aquella sociedad en que algunos nos educamos.

Celebramos que, últimamente, los jóvenes hayan irrumpido con fuerza en la escena política, para zarandearla y forzar a un planteamiento nuevo ante los problemas que a todos nos acucian. Bienvenidos todos a la escena pública, donde no caben jóvenes aburridos, ajenos a la vida social. Pese a las difíciles circunstancias, en que los hemos colocado, han de tener el coraje para implicarse y comprometerse en buscar soluciones. La protesta, la crítica constructiva, el conflicto son motores de cambio. Hemos de aprovechar la energía que impulsa a la necesaria renovación de los planteamientos en los problemas sociales, dado que los jóvenes son pieza fundamental en ese engranaje. Es la mejor forma de corresponsabilizarse con la sociedad que les ha tocado vivir y no desengancharse del carro de la vida.

Y también celebramos que los Séniors, no seamos ciudadanos apagados, amortizados ante la vida. Ahora tenemos tiempo y, aunque el cuerpo flaquee, nuestra mente se halla diáfana y dispuesta a colaborar. Nuestro potencial intelectual es enorme. No podemos desaprovecharlo en aras de inútiles cálculos sobre la esperanza de vida. Pese al necesario carpe diem, sabemos proyectarnos sobre el futuro y mantenemos la responsabilidad de seguir aportando recursos personales a la mejora de la vida social.

Por todo ello, ni jóvenes, ni viejos solos podemos llegar lejos. Hemos de ser capaces de hallar el encaje de nuestras mutuas posibilidades. Sin necesidad de imponer discriminaciones positivas. El presente y el futuro han de estar transitados por la intergeneracionalidad, el mestizaje ideológico y cultural de quienes vivimos circunstancias distintas, pero aspiramos a una sociedad en la que todos podamos convivir serena y pacíficamente, disfrutando de la vida que el destino nos regaló.

Los pasos dados para luchar contra la segregación de género, hemos de tenerlos en cuenta para no iniciar nuevos frentes de rechazo y aislamiento social, como sería cualquier forma de segregación por la edad. Conjugar a jóvenes y viejos a la vez , debiera ser la meta para los agentes sociopolíticos, porque dicha convivencia facilitará la centralidad en las decisiones, fruto del encaje entre la experiencia del mayor y la capacidad de riesgo del joven.

Los jóvenes, además, son un fermento de juventud para el sénior. Le empujan a no fosilizarse, a adaptarse permanentemente a los tiempos nuevos, a seguir aprendiendo. A su vez, los séniors transmiten a los jóvenes serenidad en situaciones borrascosas y saber distanciarse de las urgencias inmediatas en la toma de decisiones.

En el momento en que la juventud se considera un valor , no debemos olvidar que muchos de los jóvenes actuales llegarán a viejos. La vejez no es una lacra, sino que supone una victoria ante la vida. Ser viejo es haber triunfado cada día ante las dificultades. Hemos de celebrar la vejez. Y deseamos que cada vez más jóvenes puedan ocupar nuestro espacio generacional.  A su vez, los jóvenes deben ser integrados en la vida sociopolítica huyendo de cualquier tipo de infravaloración por su juventud.

 Un objetivo de futuro, en los años venideros, radica en la capacidad que tengamos todos para aprovechar los recursos humanos de que disponemos jóvenes y séniors. A todos nos corresponde caminar haciendo camino. Máxime en estos tiempos de crisis sistémica que nos obliga a replantearnos verdades y valores que, durante muchos años, consideramos inmutables.

La verdad de la vida la construimos entre todos, con escucha, con participación social, con el contraste de opiniones y vivencias, con la interculturalidad y el mestizaje. Realidad que se halla impulsada, cada vez más, por el aumento del turismo, los programas de intercambio estudiantil, las oleadas de inmigrantes y refugiados, así como por la actual globalización, con el acceso casi universal a internet. Aunque, somos conscientes, de que nos urge aplicar el cedazo de la crítica selectiva ante esa avalancha informativa que, en vez de ilustrarnos, puede embotar nuestra capacidad de discernimiento y estimular nuestros impulsos más mezquinos.

Silverio Barriga

Catedrático jubilado de Psicología Social

Universidad de Sevilla

Presidente del Colectivo Universitario Sénior (CUS)