El fondo del ser es borroso

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Caravaca de la Cruz

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OTRO MATERIAL DE REFLEXIÓN PARA EL CUS

Silverio

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Edith Le Bel  envía este fragmento del libro que acaba de terminar de leer y que, en su inspiración heraclitiana, se hace eco de la visión orgánica del capital territorial de Juan Requejo. Esta noción de «flou» del ser, la aplica, en su libro, al cuerpo y al pensamiento humano, a los sentimientos, al deseo, a la espiritualidad, etc. a todas las nociones que estructuran nuestra relación con el ser en el día a día. 

También  nos permitirá entender por qué no podemos desenrollar nuestra vida como un pergamino en el que todo fuera el resultado armonioso y predecible de acontecimientos lógicos!

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Jean-Yves Leloup (1995) : Aimer… malgré tout. Rencontre avec Marie de Solemme. Paris, éd. Dervy (chap. XIV) Traducción de Edith Le Bel

El fondo del ser es borroso[1]

Al hombre le horroriza el « flou » porque le horroriza el no poder retener, el no poder coger, el no poder tener. Cuando se dice que el fondo del ser es “flou”, hay que recordar, primero, que es una palabra científica, la de un científico que ya no quiere ser “cientista”, lo propio del cientista siendo el definir la materia o, más bien lo que aprehende de la materia, como la realidad de la materia.

Sin embargo, este “flou” es la materia. Y al hombre, le horroriza la realidad. Pues prefiere sus ideas sobre la realidad, sus emociones frente a esa realidad; pero lo real en si, en lo que siempre se le escapa, constituye para él una experiencia insoportable.

Es en este sentido, en el nivel de la experiencia cotidiana, podemos afirmar que “el fondo del ser es flou”.

/…/

Por lo tanto, puesto que la materia es floue, el hombre es flou en su constitución, en su antropología, en este compuesto materia-espíritu que es. También resulta evidente en el campo de las ideas. Un día el hombre piensa blanco, otro día negro, con la misma sinceridad. Con la misma tendencia a la afirmación, a la definición, a la promulgación, a la dogmatización de lo que percibe como siendo real. Pero la realidad, precisamente, va a poner en cuestión sus ideas sobre lo real. Y es cuando se verá si este hombre o esta mujer es un ser honrado. Es decir, si acepta perder sus ideas sólidas, francas, claras, nítidas para ceder ante lo que no puede percibir, captar en su totalidad.

Esta actitud, esta aceptación le permitirá entonces relativizar sus absolutos. Absolutos idolátricos, donde su definición de lo real ocupa el lugar de la vida. Lo que es absolutamente real es el flou! Lo que no es completamente asequible, perceptible. /…/

En el nivel del pensamiento, pues, tenemos que aceptar que exista el flou en nuestras definiciones más relevantes, que haya una parte abierta…la que precisamente nos permite no encerrarnos en la ideología o en el fanatismo que son dos plagas y dos venenos de nuestras sociedades y de la historia de nuestras políticas

[1] En francés, “flou” que el autor define de la siguiente forma, distinguiéndolo de lo “fluide”:

El “flou” es la mirada que tenemos sobre el “fluide”. El ser es lo que es, fluye y, al observar a alguien que fluye, nuestra mirada se hace floue (borrosa”). Es el hecho de no poder pararse, pararse en una imagen lo que crea una suerte de malestar. Como si nuestra mirada, al igual que una máquina fotográfica, estuviera hecha para fijar imágenes, guardárselas. Pues, en este caso, no puede guardar nada y eso crea una borrosidad. Hay un momento en el que ya no sabemos. Ya no sabemos lo que es verdadero, lo que es bueno, lo que es justo. Ni siquiera sabemos lo que es real, puesto que lo que es real se nos va a escapar, va a morir… Por ello, nuestra mirada se siente “flouée” (engañada). (Edith Le Bel)